¿Has oído hablar alguna vez del “trauma secundario”? Puedes sentir como si tu mundo se desmoronara, poniéndote de mal humor y ansioso. Analicemos cómo puede afectarnos y por qué es importante afrontarlo juntos.
Superar un trauma secundario significa comprender cómo las experiencias de otros pueden afectarnos y hacer algo al respecto. Desde la violencia en la escuela hasta la sobrecarga por exposición al trauma, compartiremos maneras de enfrentar este lío con nuestros padres y compañeros.
Es un fenómeno psicológico que ocurre cuando te ves afectado indirectamente por una situación traumática. Básicamente, se trata de sentir el impacto de algo difícil que le ha ocurrido a otra persona y que puede afectar a tus emociones y a tu estado de ánimo. Imagina que te estresas por algo intenso, aunque no estés directamente implicado. Por ejemplo, supongamos que tu mejor amigo está pasando por un acontecimiento traumático, como el divorcio de sus padres. Puede que te sientas abrumado y estresado, aunque no seas tú quien esté pasando por ello. Puede que reflejes emocionalmente lo que está viviendo tu amigo, y eso es un trauma secundario. Es un poco complejo, pero entenderlo puede ser útil, sobre todo si notas que te ocurre a ti o a alguien cercano.
Profundicemos en el trauma secundario, especialmente cuando afecta a la adolescencia. Alrededor de 7 millones de jóvenes de entre 16 y 18 años en EE.UU. sufren un trauma secundario, y es esencial abordar este problema. A esta edad, nuestros cerebros todavía están descifrando cosas, y cuando se exponen a un trauma, éste puede tener un impacto negativo. Puede afectar a nuestro rendimiento escolar, nuestras amistades y nuestra salud mental en general. Así pues, profundicemos y abordemos los traumas secundarios para nuestro bienestar mental.
Muchas de estas experiencias ocurren después de haber experimentado algo impactante. Presta atención si estos sentimientos surgen de una situación indirecta. Podría tratarse de un trauma secundario.
Hablemos de algo agobiante: los tiroteos escolares y la violencia en los campus. No son sólo las personas directamente implicadas las que sienten los efectos. Se extiende y afecta a comunidades enteras, estados e incluso al país.
Según The Washington Post, en los últimos 25 años, 360.000 estudiantes se han visto afectados por la violencia armada en la escuela. Es una cifra enorme, que no debe tomarse a la ligera.
Piénsalo: si te enteras de un tiroteo en un colegio, es normal que te preocupes, ¿verdad? Lo mismo si te enteras de que un amigo ha sufrido un tiroteo. Pero va más allá de sentir miedo en el momento. Se te queda grabado y te hace preguntarte si estás seguro en la escuela. Eso es muy importante. Es más difícil aprender, cuando estamos centrados en nuestra supervivencia diaria.
Los padres y las familias también se preocupan. Siempre están pensando en la seguridad de sus hijos, y les cuesta quitarse ese miedo de encima.
Estos tiroteos dejan una huella que perdura. Podemos trabajar para que las escuelas sean más seguras y apoyarnos mutuamente en estos momentos difíciles, aunque sólo sea hablando.
¿Sabías que los adolescentes tienen más probabilidades de sufrir accidentes de tráfico que cualquier otro grupo de edad en Estados Unidos, según Hawkin Law? Es una estadística que asusta, pero es esencial tenerla en cuenta.
Alan Misbach, trabajador social clínico y profesor, compartió algunas ideas sobre cómo pueden afectarnos estos accidentes, aunque no estemos directamente implicados. “En el instituto, tuve un amigo gravemente herido en un accidente de coche. Por aquel entonces, sólo le vi días después de recuperarse, y no experimenté el trauma. Sin embargo, los adolescentes de hoy, con acceso a las redes sociales y noticias inmediatas, son más propensos a experimentar un trauma secundario cuando están expuestos a fotos y detalles de un accidente de un adolescente.”
Habló de cómo ver fotos y oír detalles sobre el accidente de un adolescente puede impactarnos, aunque no estemos allí. Cuando Alan vio un accidente directamente, el nivel de exposición cambió cómo se sentía después.
Así que, aunque no estés implicado en el accidente, es normal que te sientas conmocionado por él, sobre todo con el mayor acceso a la información. Recuerda que no pasa nada por hablar de cómo te sientes y buscar apoyo si lo necesitas. Todos estamos juntos en esto.
Las redes sociales desempeñan un papel en el trauma secundario entre los adolescentes. Estamos más expuestos a la violencia y a detalles que van más allá del ámbito local.
Los medios sociales han provocado una avalancha de información. A menudo, la información debe ser más precisa y equilibrada. Lo he visto de primera mano con los estudiantes que ahora más que nunca se estresan por el cambio climático. Creen que el planeta morirá antes que ellos” -Alan Misbach, LCSW.
La violencia puede estar en todas partes. Se puede encontrar dentro de los hogares e incluso dentro de los grupos de amigos.
Según Domestic Violence Services Inc., cada año 5 millones de adolescentes ven este tipo de violencia en casa. “Cuando era más joven, yo también la veía. Mis padres la sufrían y, más tarde, iba a casa de un amigo y veía cómo sus padres también les hacían daño. Me parecía que las cosas eran así, ¿sabes? Pero mirando atrás, me doy cuenta de lo desastroso que es eso” -Shandy Clark, SSW
Los supervivientes que no reciben apoyo pueden verse afectados de muchas maneras. Un ejemplo de ello es cuando los ciclos de violencia pasan de una generación a la siguiente. “Mi amiga, que una vez fue víctima, acabó convirtiéndose también en parte de ese ciclo, haciendo daño a sus parejas más adelante.
Lo que me parece aterrador es que yo creía en la normalidad de la violencia cuando era joven. A menudo seguimos creyendo esta falsa verdad en la edad adulta. Permitiendo que la violencia entre en sus futuros hogares” -Shandy Clark, SSW
No podemos permitirlo. Tenemos que romper este ciclo y asegurarnos de que la violencia no se convierta en la norma. No es fácil, pero hablar de ello y apoyarnos mutuamente es un buen comienzo.
Garantiza tu seguridad por encima de todo, pero aquí tienes algunas opciones que puedes considerar.
Pasar de la concienciación a la curación implica crear espacios seguros para las personas afectadas. Esto permite expresar emociones, buscar apoyo y participar en intervenciones terapéuticas. Fomentar una cultura de empatía y compasión dentro de las comunidades puede contribuir a reducir el estigma asociado a la búsqueda de ayuda para el trauma secundario. Al atender las necesidades de las personas indirectamente afectadas, podemos fomentar una sociedad más compasiva y resistente que apoye el bienestar de todos sus miembros.
Si te sientes abrumado por lo que has visto u oído, puedes hablar de ello con alguien de confianza. Aunque los amigos son un comienzo seguro, hablar con un adulto de confianza puede ayudar a provocar un cambio, si es necesario. He aquí cómo puedes hacerlo:
Recuerda que está bien hablar de tus sentimientos y que es esencial buscar apoyo cuando lo necesites. No estás solo en esto.
Abordar el trauma secundario exige un esfuerzo colectivo. Con 7 millones de adolescentes en los EE.UU. expuestos a un trauma secundario cada año, el impacto es sustancial, afectando al rendimiento académico y a la salud mental. La concienciación es crucial, y la creación de espacios seguros para la expresión y el apoyo es esencial.
Desde los tiroteos escolares hasta los accidentes de coche y la exposición a las redes sociales, varias fuentes contribuyen al trauma secundario. Debemos comunicarnos activamente, reconocer las señales y abordarlas. El diálogo abierto, la escucha activa y la validación son elementos cruciales para fomentar la resiliencia.
Mitigar el estigma mediante la empatía comunitaria es vital para promover la curación. Reconocer las repercusiones sociales más amplias, especialmente en casos como los tiroteos escolares, pone de relieve la necesidad de estrategias integrales. Adoptando colectivamente un enfoque proactivo, podemos construir una sociedad que apoye la curación y la recuperación. Al afrontar juntos estos retos, las familias desempeñan un papel fundamental en el fomento del bienestar de los adolescentes afectados por un trauma secundario.
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