Ayudar a los demás cuando nos necesitan es admirable. Acudir en ayuda de otra persona también suele hacernos sentir bien. Sin embargo, especialmente cuando se trata de luchas emocionales, puede ser fácil perdernos a nosotros mismos mientras ayudamos a los demás. Podemos abandonar nuestras propias necesidades.
Es objetivamente difícil sumergirse en las emociones de nuestro amigo y absorber lo que le pasa como una esponja emocional. Para muchos de nosotros, ese tipo de estimulación emocional repercute en nuestra propia salud mental. Así que vigilar nuestras emociones y dar prioridad a nuestro propio bienestar es siempre lo primero, como ponerse la máscara de oxígeno antes de ayudar a los demás.
Los siguientes consejos te ayudarán a aumentar tu resiliencia y a aprender a controlarte mientras ayudas a los demás. En la mayoría de los casos, es posible apoyar a un amigo sin agotar tus baterías emocionales.
En pocas palabras, el entrenamiento en resiliencia consiste en aprender a mantener una perspectiva útil para uno mismo ante la adversidad, con el fin de recuperarse más fácilmente. Estas técnicas pueden incorporarse en terapia, así como dentro de las organizaciones, y por los propios individuos.
Sin un entrenamiento formal en resiliencia, las siguientes son algunas formas de desarrollar la resiliencia y mantenerse fuerte a través de la lucha de otra persona.
Reconoce las habilidades de afrontamiento que ya utilizas y que te hacen resiliente. Al principio, esto parece un ejercicio tonto. Sin embargo, una vez que realmente empiezas a pensar más allá de la primera ronda de adjetivos genéricos, empiezas a ver dónde están tus puntos fuertes.
Esto puede ayudarte a identificar las habilidades que ya tienes y que puedes utilizar para apoyar a un amigo. Pensar en tus habilidades actuales también te hace confiar más en tu capacidad para ayudar, al tiempo que te ayuda a identificar las áreas en las que puedes trabajar.
Ayudar a los demás puede pasar factura, y eso puede hacer que te sientas como un amigo inadecuado. Sentirte agotado no te convierte en un mal amigo, pero castigarte por ello puede reducir tu capacidad de ayudar.
Sé compasivo contigo mismo cuando estés agotado, triste o cansado. Eso no significa que seas un mal amigo o que seas débil. No te castigues por tus sentimientos, porque está bien sentirlos. Lo estás intentando; sé amable contigo misma como quieres serlo con tu amiga.
En lugar de limitarte a intentar hacer frente a los retos, ¿cómo puedes actuar y solucionar realmente la situación?
Enfrentarse no hace que la dificultad desaparezca; sólo te ayuda a vivir con la adversidad. Puedes ayudar a alguien que tiene dificultades a sobrellevar la situación, pero garantizar tu propio bienestar requiere actuar.
Ayudar puede hacer que te sientas emocionado, abrumado o desencadenado. En lugar de aguantarte e interiorizar estas emociones, intenta encontrar formas de tomar las riendas y mejorar cómo te sientes.
Si sabes que vas a hablar con alguien que lo está pasando mal, prepárate para dedicarte 20 minutos a ti mismo después. Dedícate tiempo para procesar y descomprimir.
Busca tu propia ayuda. Encuentra a alguien con quien desahogarte después de ayudar a otra persona. Escribe un diario. Planifica una actividad para recargar pilas después de ayudar a un amigo.
No dejes que las cosas simplemente “te ocurran”; haz que ocurran.
Cuando ayudamos a alguien que lo está pasando mal, es posible que tengamos que contener nuestras reacciones o mantenernos positivos tras una noticia muy dura. Esto tiene un coste emocional, lo admitamos o no
La regulaciónemocional es clave. La regulación emocional consiste en procesar y gestionar las emociones negativas de un modo que sea saludable para ti, pero también socialmente aceptable.
Dominar esta habilidad te permite no sólo ser flexible a la hora de tener una gama normal de emociones, sino también retrasar ciertas reacciones cuando es necesario. A veces tenemos que esconder los problemas para más tarde, por el bien de nuestros amigos; pero esconder nuestros problemas permanentemente puede dañar nuestra propia salud mental.
Averigua cuáles son tus objetivos y tus límites.
Cuando ayudas a los demás, ¿cuál es tu objetivo? ¿Es escuchar y ser un hombro en el que llorar? ¿Ayudarles a reflexionar sobre sus problemas? ¿Ayudarles a encontrar recursos profesionales para su situación?
Si eres consciente de lo que necesita la otra persona y de cómo puedes ayudarla, evitarás asumir todas sus emociones como propias. También sabrás para qué prepararte y cómo puedes tener que cuidarte a ti mismo después de los hechos.
Además, intenta comunicar tus intenciones. Esta es una forma de establecer tanto expectativas como límites, lo cual es crucial para mantener tu salud mental a la vez que cultivas tus relaciones con los demás.
Si no te sientes cómodo haciendo ciertas cosas mientras ayudas a los demás, eso debe quedar claro desde el principio. Así, todos estarán de acuerdo y no habrá animosidad.
Ayudar a los demás todo el tiempo y absorber la energía emocional de todos puede resultar agotador y aislante. No te permitas pasar por eso solo.
Descargarte de la presión de vez en cuando puede reforzar tu resiliencia: así no interiorizarás lo que estás ayudando a otra persona.
Si te sientes cómodo, comparte tus sentimientos con un amigo, un familiar, un terapeuta o un grupo de apoyo en línea. No hace falta que expliques cuál es la situación exacta si no quieres romper la confianza de tu amigo. Pero las investigaciones dicen que desahogarse es una forma eficaz de liberarse de cargas emocionales, aunque no sean tuyas.
Recuerda que tú decides a quién dejas entrar y con quién te comunicas tus problemas. Así que no te sientas presionado a hablar con gente con la que no te sientas cómodo.
Acuérdate de controlarte constantemente y de dar prioridad a tu salud mental. Necesitas cuidarte. Cuando estás agotado, no puedes ayudar a los demás de la mejor manera posible, lo que significa que debes cuidarte tanto a ti mismo como a los demás.
Estar agotado y abrumado emocionalmente por ayudar a los demás es totalmente normal, y está bien dar un paso atrás cuando lo necesites.
En última instancia, tú no eres el responsable del dolor de tu amigo. Si ayudar está empezando a hacerte daño, está más que bien que te apartes y no te involucres más. Todo el mundo lo ha oído, pero repito: no puedes cuidar de los demás si no cuidas de ti mismo.
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