En contra de la creencia popular, la tercera edad puede ser un testimonio de autosuficiencia. La mayoría de las personas mayores de 60 años viven de forma independiente, y muchas incluso siguen responsabilizándose de hijos, nietos y personas necesitadas que se cruzan en su camino.
Dicho esto, los cambios que acompañan a la edad también pueden obligarle a pedir ayuda. Puede sentirse incómodo si no está acostumbrado a hacerlo, o si pedir ayuda le parece como admitir la derrota.
Sea cual sea el motivo, es posible que le apetezca aceptar que necesita distintos tipos de ayuda a medida que envejece. Te lo explicamos a continuación.
Desde que naciste, siempre has necesitado algún tipo de ayuda. Primero fue ayuda para alimentarse, estar seguro y abrigado. Luego, para comunicarse y autorregularse. Luego necesitaste ayuda con los cambios de la pubertad. Y luego, tal vez, tuviste una crisis de la mediana edad, en la que dependiste de tu comunidad para mantenerte a flote.
Nuestras necesidades cambian constantemente a lo largo de la vida. Estos cambios no son “buenos” ni “malos”, pero nos obligan a replantearnos cómo nos relacionamos con el mundo que nos rodea.
A continuación se describen algunas formas en que sus necesidades pueden cambiar en la vejez, lo que le obligará a pedir distintos tipos de ayuda. También encontrará sugerencias sobre cómo replantearse y hacer las paces con la necesidad y la petición de ayuda.
Si se siente cada vez más cansado, considere la posibilidad de aumentar su nivel de actividad pidiendo ayuda. Si es posible, delega una parte de las tareas imprescindibles en un ser querido. Si no, busque servicios comunitarios destinados a ayudar a personas en su situación.
Piénsalo así: no puedes hacerlo todo siempre. Delegando y haciendo pequeños cambios ahora, conseguirás mantener el control. La alternativa es llegar a un punto de ruptura y desesperarse por recibir ayuda, perdiendo el control en el proceso.
Puede tratarse de un bastón, un andador, una silla motorizada, plantillas ortopédicas o una barra estabilizadora para la ducha.
Pregúntate: ¿cambia algo de tu situación el uso de una ayuda para la movilidad o la estabilidad? Lo único que probablemente sí cambie es tu autonomía diaria.
Nunca es tarde para pedir este tipo de ayuda, ya sea para mudarse a un lugar más accesible, hacer cambios para permanecer en su hogar actual (con la ayuda de la Agencia Local para el Envejecimiento o AAA), dejar una relación poco saludable o aumentar la actividad en su vida.
Piénselo deesta manera: a medida que envejece, tiene a su disposición nuevos recursos federales, estatales, locales y en línea. Acceder a estos recursos no es admitir la derrota. De hecho, sería una derrota no aprovechar la ayuda disponible.
Pérdida, divorcio, enfermedad del cónyuge, conflicto con un hijo adulto. Tal vez nunca antes haya buscado apoyo emocional, pero en respuesta a cualquiera de estos acontecimientos, nunca es demasiado tarde para empezar. Cuando te encuentres en situaciones nuevas y difíciles, piensa en cómo podría ser no tener que aguantar solo.
A muchos nos cuesta aceptar la idea de pedir ayuda, independientemente de la edad. Así que piénsalo de esta manera: puede que sea la primera vez que pides ayuda, pero desde luego no es la primera vez que la necesitas.
La vejez no es más que otra variante de la experiencia humana de depender de los demás. Si no es ahora, ¿cuándo vas a replantearte y hacer las paces con el hecho de pedir ayuda?
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